¡Cómo se te extraña, Diego!
Con asombro he observado la última Copa América en los Estados Unidos, repleta de irregularidades y faltas a las reglamentaciones, de principio a fin. Desde la bendición de los pastores evangelistas en la fiesta inaugural, hasta el recital de Shakira en el entretiempo de la final; ante el silencio más estruendoso de propios y extraños (dirigentes, planteles, periodistas, etc). Salvo una honrosa excepción. La de Marcelo Bielsa.
¡Como se te extraña Diego!
Siempre he reflexionado acerca de la peligrosidad del triunfo.
Ante la derrota, es inevitable analizar rápidamente los porqué, para encontrar las respuestas a los errores, las deficiencias, las falencias, etc.
El triunfo, sin embargo, llena inmediatamente los ojos de colores brillantes hasta enceguecerlos. Los oídos se colman de cánticos victoriosos entre el estruendo de los corchos al ser violentamente expulsados de las botellas de champagne, para recorrer un breve vuelo sobre las cabezas de los triunfadores y terminar perdidos entre los pies que festejan entre saltos y bailes improvisados. El bullicio y la algarabía, niebla la razón y anestesia la mente para cualquier tipo de análisis crítico de lo sucedido. ¡No es momento para eso! ¡Ganamos y hay que festejar! ¡Está todo bien, somos los campeones!
¡Como se te extraña Diego!
Previendo el ataque de los aduladores que embriagados por la necesidad de victoria, se suben rápidamente al tren de los triunfadores. Previendo el ataque de los hiper papistas, es que siento la necesidad de decir que la selección Argentina de fútbol ha logrado un triunfo deportivo maravilloso, histórico, producto seguramente de un trabajo planificado, organizado y del esfuerzo de todos los integrantes del plantel y cuerpo técnico. Y de las virtudes atléticas y técnicas excepcionales que han demostrado los jugadores. Pero también a partir de haber aprendido a ser políticamente correctos frente al poder. Eso allana caminos o, al menos, impide que ciertos posibles obstáculos se crucen en el camino…
Su jugador líder, futbolista excepcional, es un claro ejemplo del hijo perfecto y respetuoso, que entiende y acata las reglas del juego que se juega, también, fuera de las canchas.
El poder alimenta el negocio que engorda sus egos y bolsillos, en desmedro del deporte de la pelota; que no debería mancharse.
¡Como se te extraña Diego!
Solo el loco Rosarino se atrevió a romper tanto sigilo, tanta mudez amenazada, para llenar de verdades el aire. Y no por ser loco, sino por su valiente rebeldía de justicia. Aunque, hay que estar un poco loco para enfrentar al poder que, seguramente, esperará paciente, agazapado a la vuelta de la esquina para también, cortarle de alguna manera las piernas. Porque el poder disciplina. El poder escarmienta para que nadie vuelva a osar intentarlo.
¡Como se te extraña Diego!
Y vaya si vos sabías de esas batallas.
No te imagino acatando dócilmente las amenazas de sanciones, para silenciar tanto desastre organizativo contra el fútbol.
No te imagino perdiendo la oportunidad de decirle a los yankis, en su propia casa, que no saben nada de fútbol. Que son incapaces de organizar un torneo barrial de fútbol 5. Y que el dinero no tapa la ignorancia y la torpeza.
Te imagino generando frases que se transformarán en memes y luego en remeras.
No te imagino silencioso ante las sanciones a los entrenadores por volver unos minutos tarde del descanso o ante los treinta minutos de entretiempo para el show de Shakira.
No te imagino silente ni participe necesario, junto a los directivos de Conmebol, del deplorable estado de los campos de juego.
¡Como se te extraña Diego!
Por eso, algunos serán ídolos deportivos (no es poca cosa), pero ser ídolo popular, eso es para pocos…
Gustavo Pereyra