Extraño tu gambeta indescifrable, el gesto intimidante de tu enfado y aquella rebeldía insobornable que acaso fue el mejor de tus pecados. Extraño las sortijas de tu pelo, la mueca de tu lengua entre los dientes, el vuelo de tus pies a ras del suelo y el trueno de tu voz por los urgentes. Extraño el sarcasmo en tu mirada, la zurda tan absurda y vanidosa, tu boca lanzallamas que incendiaba la frase repentina y luminosa. Extraño tus arengas inflamables, tus tripas retobadas en un grito, tu tranco retacón y petulante y el puño desafiante al infinito. Extraño tus diatribas y blasfemias, las partes de tu cuerpo malheridas, aquél tobillo todo a la miseria y el corazón latiendo en carne viva. Extraño tu fastidio en el naufragio, tu boca balbuceante y temblorosa, y en la pesada cruz de ese calvario tus lágrimas brotando caudalosas. Te extraño, Diego Armando de nosotros, nosotros, esos otros sin talento, nosotros, los que estamos todos rotos y andamos por la vida con lo puesto. Te extraño y te encuentro en las paredes, paredes que no olvidan lo que hiciste, paredes que parecen preguntarse : ¿ a qué otro planeta te nos fuiste ?

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