El Tío Blas y el Pato Fillol
(Cumple años un prócer)
Mentiríamos si dijéramos que la herencia del Tío Blas incluyó muchas cosas, pero eso no importa porque nos dejó la esperanza. El Tío Blas arreglaba estufas en verano, arreglaba ventiladores en invierno y desarreglaba sus amores y su economía durante el año entero. Otros tíos y otras tías le requerían que se hiciera cargo de la realidad y le exigían que llamara a las cosas por su nombre. Esa no era la especialidad del Tío Blas. Por ejemplo, para referirse a la esperanza nunca usó la palabra esperanza. El Tío Blas nos legó la esperanza hablando del Pato Fillol.
“Pato Fillol” repetía en los inviernos en los que nadie le llevaba ventiladores para que los recompusiera y la que se descomponía era su billetera. “Pato Fillol” proclamaba cuando todo le salía torcido y no intuía ni un brillo en el horizonte. El Pato Fillol fue héroe entre los héroes de los arcos: se paraba frente a los atacantes y los intimidaba, atrapaba pelotazos lanzados por dioses y los diablos y parecía que si le tiraban vientos o rayos igual los iba a atajar. La hipótesis del Tío Blas consistía en que si el universo se caía o si sus novias lo condenaban a la soledad, siempre, en la última linea, no como una cábala y sí como el certificado de que no hay que darse por vencido, existía o debíamos hacer existir algo como el Pato Fillol que nos rescataría de la sombra del desastre. Ahí estaba su mensaje: la esperanza.
Mentiríamos si dijéramos que el Tío Blas alguna vez quedó lejos de la derrota, pero mentiríamos también si dijéramos que alguna de sus derrotas resultó definitiva. Imposible evocarlo hundido aunque lo empapara una lluvia fea: “Pato Fillol” y ya saldría el sol. Imposible recordarlo entregado durante los desbarranques nacionales o personales: “Pato Fillol” y ya surgiría un rumbo. El tiempo pasa: a veces fuimos y a veces somos nosotros los golpeados. Pero una herencia es una herencia y el Tío Blas plantó bien la suya. Cuando estamos embromados, ya sabemos: miramos una foto del gran Pato Fillol, sentimos que pervive la esperanza y volamos de palo a palo para que no todo esté perdido.