El gran Kazuo Ishiguro debe haber tenido un día horrible como este y por eso garabateó una frase que hace tiritar en “Lo que queda del día”: “Sólo veo el resto de mis días como un gran vacío que se extiende ante mí”.

El gran Julio Cortázar, hasta siendo Cortázar, también debe haber tenido un día horrible como el de Ishiguro y por eso coló esta brevedad que provoca estremecimientos en “Rayuela”: “Cada vez que respiro es como si el vacío me entrara en el pecho donde ya no estás”.

El gran Boris Vian -y si le pasó a Boris Vian ya es cosa más que seria- seguro debe haber tenido un día tan horrible como el de Ishiguro y por eso admitió este fuego que consigue más que quemar en “El arrancacorazones”: “Estoy vacío. No tengo más que gestos, reflejos, costumbres. Quiero llenarme”.

El gran Antonio Machado – grande si se lo lee en el silencio de un bosque, grande si viaja en los labios de Serrat- sin dudas debe haber tenido un día tan horrible como el de Ishiguro, como el de Cortázar y como el de Vian y por eso desgranó esta melancolía que parece individual pero es colectiva en “Del pasado efímero”: “Y una triste expresión que no es tristeza,/ sino algo más y menos: el vacío/ del mundo en la oquedad de su cabeza”.

Lo que se desconoce es qué les ocurría a Ishiguru, a Cortázar, a Vian y a Machado para percibirse tan horrible.

Hay quienes creen que esos grandes escribieron semejantes líneas durante un primer día sin partidos después de una lluvia de días llenos de partidos de Mundial.

Cierto que no se trata de algo irreparable o perdurable o, mucho menos, grave pero, hasta acostumbrarse, mucha humanidad siente que en eso consiste exactamente el vacío.

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