Desierto
De cierto sentido común era hacerle caso a las recomendaciones: no apto para embarazadas, niños menores ni jovatos de más de 65, por el traqueteo en las dunas, pero otros aventureros nos dijeron que no, que no pasaba nada y nos animamos. Fuimos nomás al desierto de Catar , en la ciudad de Mesaieed, a más de 60 kilómetros de Doha.
En patota fuimos: catorce argentinos, casi todos periodistas, en tres 4 x 4 Toyota, land cruise. Gente de todo el país, la ciudad autónoma, La Plata, Dolores, San Luis, Santa Rosa y Salta. Adrián de Benedictis hizo todas las gestiones, regateó con el celular a full con distintos proveedores y consiguió el mejor precio: 63 dólares por cabeza, mucho menos que una excursión oficial. Hassan, el fercho paquistaní, hincha de Argentina según dijo, adelantó que íbamos a hacer una primera parada para montar un camello, una segunda para sacar fotos de increíbles paisajes y una tercera para bañarnos en el mar interior. En el camino a la primera parada pasamos por Al Wakra, donde construyeron unos dormis ocupados en su gran mayoría por argentinos,a razón de 84 dólares la doble.
Poco después, cuando quedaban atrás los edificios y todo empezaba a ser arena, paramos a montar a los pobres dromedarios. Otra vez Adrián, asumió su condición de regateador, 15 dólares un paseo de medio minuto para la foto y el doble para ir hasta la duna más próxima. Nosotros ya habíamos hecho la experiencia en El Cairo y esta vez pasamos. La verdad, dan un poco de pena esos bichos flacos, que una y otra vez doblan las patas delanteras, después las traseras, suben su carga, se vuelven a arrodillar para bajarla y asi una y otra vez, durante horas. Algunos llevan puesto bozal, otros muestran los dientes hinchada la joroba. A los de El Cairo al menos les daban pasto, pero igual nadie nos quita la culpa de haber subido. Después vino lo de la coctelera.
Tracate, tracate por las dunas, agarrate Catalina, ohhhhhh, ahhhhhh, uhhhhhhm Hassan subía, giraba loco el volante, bajaba de costado y volvía a subir y la grandísima duna que te parió, un parto de quince minutos. Podría haber sido peor; en otra de las cuatro por cuatro bajaban marcha atrás con un conductor kamikaze.
Lo demás fue tranquilo y placentero, caída del sol, buenas fotos, llegada a un mar interior en una paisaje de sueño. Les volvieron a poner aire a las gomas de la 4 x 4 ( habían bajado bajado de 40 libras a 15 para andar por la arena) y regresamos por un camino parejito; Martín Castilla, el Chino Aparicio, Adrián y yo. Bluetooth mediante, lo condenamos a Hassan a escuchar algunos tangos del Polaco Goyeneche con Troilo.
– Te gusta? – le preguntamos
– No es muy alegre-dijo el tipo. Pero me gusta.