Sentimiento que no puede parar

Hay quienes andan por la vida tirando paredes. La pared, el juego asociado con el otro, eso de toma y dame y vamos juntos tras el objetivo, es esencial en el fútbol y en la vida. Y esta selección con Messi en primera fila y como abanderado, capitán y guía , se abrió para todo el mundo tirara paredes con ella. Lo de todo el mundo puede interpetarse literalmente y si no véase lo que pasa en Bangladesh o en Perú.

Hay una trilogía que lo divinamente lo explica todo: Diego, Leo y el espíritu del hincha argentino que hace que nos amen. Amen. Y también aplica hacia adentro. Hay mensajes viralizados por las redes que en estos días llegaron hasta las entrañas como el del hombre que se sentó solo a ver un partido en la vidriera de Frávega, el de los pibes del coro del Colón cantando “Muchachoooo”, el beso sublime de la parejita subida a un semáforo en los festejos del Obelisco en la semifinal.

Esta final la jugamos todos, la sufrimos todos y la disfrutamos el doble con los penales, en el epílogo feliz de la mejor final de la historia. Hay quienes andan por la vida tirando paredes, jugando al toque con un compañero y eso es lo que hicieron De Paul, Messi, Julián Alvarez y Mac Allister antes de que que Di María marcara el segundo gol de Argentina, uno de los mejores de un campeonato que tuvo grandísimos goles.

Y tiraron paredes en varios momentos del partido para dejar sentado cuál es nuestra identidad futbolera.

Y del mismo modo tira paredes con todos nosotros Alejandro Dolina cuando cita a Coleridge y dice que “hay que suspender la incredulidad y entregarse a la fe poética que consiste en creer que un gol de Messi nos va a mejorar la vida y en la medida en que lo creamos un poco la va a mejorar.” Messi se lo merecía más que nadie y no son pocos los que vienen diciendo desde hace tiempo que se alegran más por el que por si mismos. Pero los que más pusieron en práctica esa idea fueron cada uno de sus compañeros. Lo rodearon de afecto, lo cuidaron,, le dieron todo el poder y se sacrificaron hasta la última gota de sudor para que él pudiera aparecer en los momentos en que más se lo necesitaba.

No fue el goleador del Mundial porque Mbappe es esa clase de jugadores capaces de pasar inadvertidos durante mucho tiempo y explotar como si nada en las redes contrarias. Dos goles de penal y un golazo metió Mbapee, para quitarle la triple corona, pero lo que nunca podrá quitar es ese momento único, maravilloso en el que el 10 de la selección argentina fue a recibir el premio de mejor jugador del torneo y le demostró al mundo entero que lo que más le importaba eera la Copa del Mundo. Esa que había mirado triste y compungido en el 2014 y beso y acarició como ese besa y se acaricia a lo que uno quiere con todo el corazón. Hay quienes solidarios cubren al compañero, duplican y triplican la marca de los contrariois, se tiran de cabeza si hace falta para que defender lo que es propio. Y cubren a los demás, cubriendo de gloria a todos como Dibu Martínez en la última jugada del partido y después en los penales.

Messi es el gran protagonista de esta tarde inmortal para el fútbol argentino,, pero los héroes fueron todos. Dijo alguna vez Héctor German Oesterheld” El Eternauta es una de mis historias que recuerdo con más placer. El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe ‘en grupo’, nunca el héroe individual, el héroe solo”.

Gloria eterna a Messi, a sus compañeros, a Lionel Scaloni, a todo su cuerpo técnico y a la gente que acompañó desde cerca y desde lejos para redondear esta fiesta bien nuestra, bien argentina.

Hace ya una hora ya media que se pateó el último penal y los jugadores siguen en la cancha, no se quieren ir más. Quieren, como queremos todos que este día no se acabe nunca más. Porque ohhh Argentina, es un sentimiento y no podemos parar.

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