Siempre Diego (breve ¿cuento?)
Por Ariel Scher
A las 8 y 10 de un viernes tan desangelado que ni siquiera las nubes se tientan con volverse lluvia, el único que sonríe es Diego. Diego está ahí, en la sala de espera de un sanatorio porteño, con unos dientes blancos y grandes que parecen sábanas donde se duerme en la infancia, y con una camiseta del Nápoli que le calza igual que un frac y con una juventud que merece la eternidad. Diego sonríe desde la panza de Tonio, una panza sembrada en el ritual de las pastas de los domingos y en los vinos que sedimentan bien. Tonio tiene a Diego y a la sonrisa de Diego en el corazón de su remera y también tiene el blanco de los ojos no tan blanco y más bien surcado por líneas cortas y rojas porque a cada rato llora. “Se nos va”, susurra Tonio, que se limpia la penúltima lágrima con el sector de su remera en el que relumbra el incisivo superior derecho de Diego. “Se nos va y, entonces, para que se vaya bien, me puse esta remera del Diego, así se va contento. Por ahí es lo último que ve”.
Tonio no detalla quién se va pero reitera eso de que se va. Alrededor, el viernes desangelado profundiza el pesar: los rostros de aquellos que esperan que les esfumen un dolor, las nubes que perduran siendo sólo nubes, los pies acelerados de las enfermeras que ansían con que ya sea sábado aunque no conozcan bien por qué, acaso nada más que para que deje de ser viernes. Una de esas enfermeras llama e indica: “Pase”. Diego sonríe, Tonio llora.
La vida continúa. Tonio emerge. Desparrama una sonrisa vital como la del Diego de su abdomen. Casi grita: “Se iba pero no se va”. Luego narra que se sentó al lado de quien se iba pero no se va, le mostró la remera y le develó que el Nápoli, siempre de Diego, acaba de consagrarse campeón de Italia. “Entonces, parpadeó y me dijo, tal cual me dijo, les juro que me dijo, así: ‘qué grande, mirá si el año que viene gana la Champions League'”.
La enfermera que le había dicho “Pase” lo oye, se frena, amaga con enternecerse. Tonio la enfoca con ganas de pronunciar más que “gracias”. Quien sabe: en una de esas, el sábado llega para más cosas que para dejar de ser viernes. El viernes empieza a ser angelado mientras Diego sonríe.