Soy huérfano de Maradona

Mi primer contacto con Diego fue en 1981. Un mes antes de cumplir 7 años, este muchachito que ya la descosió en Argentinos se puse por primera vez la camiseta de Boca. “La soltó como una lágrima”, dijo Víctor Hugo en Radio El Mundo cuando convirtió su primer gol con la pilcha de mi club.

Luego, todo lo conocido: Barcelona, Napoles, México, Bari, Sevilla, Boston, La Boca como puntos de encuentro de un recorrido que puede graficarse como un electrocardiograma.

Con el paso de los años me toco vivir una relación ambivalente con Diego – aclaro que nunca lo vi en persona mas allá de tenerlo a 20 metros en medio de una multitud; nunca crucé una palabra con él, por lo que desecho cualquier vanidoso intento de parecerme cercano al tipo en cuestión – por sus constantes contradicciones – especialmente, después de su retiro como futbolista profesional -.

Tuve etapas de un amor furibundo – muchos de ellos, estrechamente ligados a sus logros deportivos – y momentos de un enojo de iguales proporciones – las más de las veces, cuando abría la boca por el mero hecho de abrirla, que constituían una innecesaria auto vejación – .

Hoy, a algunas décadas de esas sensaciones, siento un vacío imposible de llenar cada vez que pienso de que el cuerpo del tipo no camina, no transpira ni respira en el mundo de los mortales; que sólo debo contentarme con su recuerdo y con mantener vivo su legado – algo que, mas allá de todo, me llena de orgullo y considero una obligación como maradoneano que soy -.

El vacío no se llena por que él se encargó de dejar una huella tan profunda que es imposible volver a rellenar: POR AQUI PASO DIEGO dice el tácito cartel que me sigue como un estigma, colgado del imaginario arco por el que pasa el camino de mi vida.

En mi condición de peridista y formador de opinión, me resulta imposible ser crítico de Maradona: sus contradicciones, esas que en el decir de Galeano lo transforman en EL MAS HUMANO DE LOS DIOSES me impiden colocarlo en una linea de igualdad personal. DIEGO ARMANDO MARADONA se conviritió en un fenómeno social cada vez que desafió a los poderosos que se valían de su cara y de su nombre para llenar sus arcas sin mirar atras ni preocuparse por el ser humano que habitaba dentro del mito.

El mito Diego nacio el 22 de junjio del 86, cuando camino “por la tangente de la tierra” para doblegar a los inventores del juego y dejarlos humillados en el barro del Azteca. Ese mito nacido en el vientre del DF mexicano fue potenciado por propios y extraños con diversos fines, que influyeron de manera directa en la ecuación que arrojó como resultante el Diego devastado que vimos en la cancha de Gimnasia el dia de su aniversario nro 60.

A Diego lo dejaron morir. Se bebieron su sangre como vampiros en abstinencia. Lo abandonaron a su suerte. Levantaron un muro de contención que solo guardaba el producto, sin importancia del hombre que pedia ayuda a gritos y que nadie pudo escuchar. Me incluyo.

No lo puedo superar. Solo convivir con el dolor de no tenerlo aca para celabrar cosas importantes.

Pero el destino asi lo quiso. Vivio su propio calvario. Descendio al peor de los infiernos y, años despues, resucito para vernos desde arriba; mover los hilos que habia que mover para que el pueblo vuelva a sonreir de la mano de su MESSIas y que hoy digamo, cuando lo DEBEMOS recordar, sin un dejo de melancolia: GRACIAS POR TODO, DIEGO. TU PUEBLO TE SIGUE A DONDE VAS.

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