No nos acostumbremos a esto
Yo sabía que a Lautaro se le iba a agrandar el arco, que se le iba a liberar el grito que le quedó atragantado del mundial.
No estoy del todo seguro pero tenemos unos marcadores centrales que en cada partido se posicionan entre lo mejor del mundo.
Taglia y Cachete, por las bandas, dan tanta seguridad en el retroceso como cuando forman parte del ataque.
De Paul, si no es el mejor de su posición a nivel mundial, no me lo digan, no quiero saberlo. El tipo al minuto 115 te mete un pique de retroceso como si recién hubiera entrado y no se hubiera sacrificado todo el partido.
Enzo tiene tanto potencial como futuro, es un animal.
Alexis, de carácter fundamental para esta selección, tiene una regularidad tan alta que no queda más que ilusionarse.
Julian, con veinte pulmones y cuarenta piernas, las pelea todas. Es un jugador gravitante aún cuando no tiene la pelota, y hace que el equipo funcione mejor de tres cuarto de cancha hacia adelante.
Nico Gonzalez nunca me gustó, pero desde los últimos partidos por eliminatorias me dí cuenta de todo su potencial.
Dibu, que decir del nuevo ídolo de los pibes, de la gran figura argentina que es el mejor arquero de la historia de quienes hayan vestido la camiseta de la selección. Está loco, si, pero es un profesional del carajo y un ser humano espectacular.
Messi, que decir que no se haya dicho y que yo ya no haya dicho, pero verlo llorar de impotencia anoche por abandonar al equipo con un resultado abierto, demuestra no sólo su compromiso con la camiseta sino de la presión que siempre pesa sobre su espalda.
Paredes, bestia; Lo Celso, exquisito siempre como en la asistencia a Lautaro; Ota, mi general cuanto valés; Molina, garra y precisión.
Y por último, Di Maria. Siempre lo banqué porque el Diego lo bancaba. Incluso hasta lo he puteado pero como Maradona creyó en él, lo banqué. El tiempo me dio la razón y le dio la razón. Fideo fue determinante en cada conquista de estos últimos años. Cierre perfecto para alguien que quiso vestir siempre la celeste y blanca aunque lo putearan y que nunca renunció. El legado que deja es tan grande como nuestra deuda hacia él.
No nos acostumbremos a esto. Disfrutemos, celebremos todo lo que haya que celebrar, porque pocas veces se da en la historia del deporte que los trofeos llegan desde un grupo tan profesional como compinche. La Scaloneta es familia, dicen. Y vaya que lo son.