Hace un rato terminó Brasil – Serbia y todas las selecciones jugaron su primer partido en este extemporáneo y curioso Mundial.
Vayan algunas apostillas futboleras pero alejadas del soporífero y vacío reporte estadístico que deben estar elaborando en este instante ciertos figurones de nuestros medios hegemónicos.
Ya podemos calificar a Qatar 22 como el Mundial de las máscaras. Hubo al menos tres o cuatro futbolistas con una de esas extrañas y un poco absurdas protecciones en la cara, como antifaces.
El nivel futbolero es regular. Aunque algunas selecciones mostraron cosas interesantes.
La gran demostración fue de España. Toque, rotación, paciencia, convicción y frescura. Tiene recursos para ganarle a cualquiera. Habrá que ver cómo responden los jóvenes, que son muchos, a la presión de mantener este nivel.
Para mi gusto, España estuvo por encima de Inglaterra y Francia. Pero ambas selecciones mostraron credenciales. Ataques que dejan la sensación de poder convertir cuando se lo proponen, defensas no todo lo sólidas que debieran ser.
Brasil es el otro que tiene, colocada desde 1958, la chapa de candidato. Cuando la Verdeamarelha ataca la sensación es que habrá gol. Pero, así y todo, pareciera un equipo vulnerable. Le duelen las pelotas cruzadas a espaldas de sus laterales. Le duelen los centros (especialmente si vienen cerrados). Le duele verse en la necesidad de correr hacia atrás para perseguir un contragolpe rival. Pero lo cierto es que cuando Casemiro aparece bien ubicado apuntalando los ataques, cuando Paquetá encuentra salida, cuando Vinicius o Neymar pueden trasladar o cuando Richarlison la recibe en el área, tiembla el más pintado. No tiene nada de descabellado pensar en el hexacampeonato.
¿Y Argentina? Argentina deberá salir de su propio laberinto. Los primeros veinte minutos del encuentro ante México (debo decir que México y Polonia mostraron menos que Arabia Saudita en su partido, aunque lo lógico es pensar que son aún más peligrosos) serán decisivos. Si convierte y se tranquiliza quizás logre imponer su juego. Si pasan veinte minutos o media hora y el gol no llega, puede ponerse cuesta arriba la cuestión. El fútbol fue, es y será un estado de ánimo…
¿La figura? Hay varias. Courtois, el arquero de Bélgica, la rompió toda ante Canadá. Richarlison la metió dos veces para Brasil. Saka, Valencia, Ferrán y Giroud también hicieron doblete. Goles y atajadas suelen ser vistosas. Pero en cuanto la importancia demostrada en cada uno de sus partidos, en esta primera fecha me deslumbraron Sergio Busquets en España y Jude Bellingham en Inglaterra. Bellingham es un mediocampista con llegada a ambas áreas, juego, recorrido y definición. Un diamante de apenas 19 años, jugador del Borussia Dortmund alemán y con un futuro enorme. Sergio Busquets es la clase, la sabiduría, la experiencia. A sus 34 años desparrama categoría. Siempre, pero siempre siempre, sabe exactamente lo que hay que hacer. Puede, a veces, en contadas ocasiones, equivocarse en la ejecución. Pero las decisiones son siempre correctas. Busquets sabe todo. Un libro abierto. Verlo jugar es comprender como es este hermoso juego.
En líneas generales, poco calor y color en las tribunas. No soy muy afecto a observar que pasa fuera de los límites del campo de juego. Estoy con la máxima del Negro Jefe: “los de afuera son de palo”. Pero es difícil no extrañar la paleta de tonalidades y el amor al juego que bajaba de los cuatro costados durante Brasil 2014, por ejemplo. En este mundial, presumiblemente por sus precios prohibitivos aún para muchos países desarrollados, no se ve aquel entusiasmo tan caro a nuestro sur.
Nos vemos acá mismo el lunes 28 de noviembre por la noche o el martes 29 por la mañana. Allí habrá terminado la segunda fecha y algunas cosas ya se habrán definido. Hasta entonces!

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