Messi es Maradona, aunque no les guste a los anti pueblo
Algunas líneas caóticas, algunos pensamientos desordenados, algunas ideas que van apareciendo aunque la emoción no cede.
Se puede pensar el fútbol argentino (quizás pase en otros rincones del planeta también, pero acá seguro) como una dinastía. No hay Dibu Martínez sin Amadeo o Fillol. No hay Messi sin Moreno, Bochini, Maradona o Riquelme. No hay Enzo Fernández sin Burruchaga o Antonio Sastre. Y así.
El hilo histórico, cultural, estilístico del fútbol argentino ha sido una vez más reivindicado. Más allá de los agoreros, los operadores, los vendedores de espejitos, los que creen que inventaron la pólvora, los que te corren el arco, los que se hacen llamar resultadistas, los bobos que deberían ir pa’allá.
Por eso la celebración popular es legítima y, especialmente, hermosa. Porque se festeja la identidad. Porque, entre un montón de cosas, somos una forma de entender el juego más popular y practicado del mundo. Esa forma de entenderlo –y por ende de practicarlo- forma parte de quienes somos.
Y somos, entre otras cosas, ruidosos, incorrectos, pendencieros, gritones, fiesteros, ingeniosos, divertidos, sensibles, amistosos, grasas, irreverentes.
Lo dicho en el párrafo anterior es casi una generalización. Toda generalización es, por definición, falsa. Pero es bastante obvio que cuando se pone en juego el ser argentino (si es que eso existiera) en buena medida son aquellas las características que aparecen. Es en ese punto donde podría hablarse de identidad.
Es tan futbolero y tan argentino el gesto amigo de Dibu Martínez consolando a Mbappé como el exhibir su premio como si fuera su pene erecto. No hay contradicción. Podemos discutir muchas cosas, pero ni una cosa lo condena ni la otra lo santifica. Lo mismo cabe para el Messi familiero y el Messi anti holandés. Y para el resto.
Los muchachos cantaban en el vestuario: “un minuto de silencio para Mbappé que está muerto”, lo cual no implica que le deseen la muerte a Kylian. Ni siquiera implica una falta de respeto. Más bien al contrario, el nombrarlo tanto y de tantas maneras no es más que una forma de reconocimiento.
Hoy, en Clarín (cuando no…), Sendra publicó unas líneas de lo más miserables en las que destacaba a Messi por su vida familiar, su abrazo con Antonela y los pibes. En un momento dice algo así como “gracias por ser tan grande y por poder hablar de vos con mis hijos sin tener que explicarle algunas cosas”. Al menos la idea era esa. Me niego a ir a leer otra vez la nota porque me dio náuseas.
La operación, pareciera, vino más o menos así. Cuando en cuartos de final Messi mostró los dientes, Clarín y Nación lo maradonizaron de inmediato y lo señalaron de vulgar, feo, sucio, malo, culo, caca. Un Messi derrotado y maradonizado era ideal para volverlo un modelo de lo que no debe ser un argentino. Pero resulta que Messi terminó ganando. Y encima de haber ganado, terminó la noche de la victoria en una postal que ni la Familia Ingalls hubiera logrado. ¿Qué hicieron los enemigos del pueblo? Usaron las palabrejas de un idiota útil como Sendra para intentar apropiarse del Messi bueno y dejarnos a nosotros el Maradona negro, polígamo y drogón.
Así operan los antipueblo. Los antipueblo no son argentinos ni tienen patria. Y son muy poquitos. No nos dejemos correr por la idea de grieta. Las diferencias políticas entre las clases populares existen y seguirán existiendo. Lo que deberíamos lograr es que esos poquitos pero poderosos apátridas (qué palabra que alguna vez se apropió la dictadura asesina pero que debemos recuperar porque es potentísima… sin ir más lejos esa dictadura fue apátrida) no logren el favor de algunos o muchos de nosotros. Pero esa es otra discusión.
Celebremos, compañeros y compatriotas. El pueblo en la calle como vimos ayer, como veremos mañana, no puede estar mal nunca.